miércoles, 30 de enero de 2008

Feelin' Groovy

Cosas que me ponen de buen humor:
- Caminar en la madrugada de algún día de enero por una calle de por aquí mientras escucho Late In The Evening, de Paul Simon. También sirve para este propósito, por ejemplo, Me and Julio Down By The Schoolyard, del mismo individuo.
- Tomar yogurt de mango.
- Tener noticias de Belú.
- Comer mango hasta ensuciarme el cuello.
- Ver un parque grandote, sobre todo si hay luna llena.
- Conversar con Marcela y exorcizar demonios.
- Ver mi cuarto con la ventana abierta, desde la calle, y pensar: "quién diantres vivirá ahí..."
- Escuchar tonterías varias de Taraduper. También cuentan no tonterías.
- Despertarme a las 6 de la mañana con el sol en la oreja.
- Comer nutella y mantequilla de maní. Sí es con los dedos, vale doble. Si incluye toda la mano, vale triple. Si es hasta con brazo...mmm, no sé.
- Regalar cosas (qué cosas? regalos pues).
- Escuchar un nocturno en especial de Chopin (el mi bemol mayor). Es bien triste, pero es tan perfecto que me pone feliz.
- Dormitar en la arena de playa norte, Punta Hermosa, mientras leo un libro y se pone el sol, en especial si es una tarde de diciembre.

domingo, 27 de enero de 2008

Teatro y café

Este fin de semana tuve una crisis de los 30 ligeramente adelantada. Claro, esto no tiene nada de raro en mi despistada cronología, tomando en cuenta que, psicológicamente, para mi creo que la adolescencia duró 3 días, y físicamente creo que acabó hace 3 meses.
Hoy fui al teatro con una vieja y gran amiga (que no es lo mismo que una amiga grande y vieja). Vimos La Fiesta del Chivo, la homónima de la novela, claro. Muy buena adaptación. Entre lo que pude escuchar de los comentarios de la gente, muchos decían que era una gran virtud la similitud entre el libro y la obra. Personalmente, no creo que eso sea virtud. En todo caso, lo que importa es que está muy bien hecha.
El teatro es catártico. Si no me creen, pregúntenle a Sófocles y sus patas, esos que les dicen griegos. Ver un montón de emociones entremezcladas y expuestas encima de un escenario es casi obsceno. Sentir que hay gente desnudando las emociones delante de uno es muy fuerte. Y es de agradecer, porque uno reconoce algunas de esas emociones, solo que vividas en momentos, por lo general, mucho menos sobrecogedores que los que vemos en la interpretación. En el caso de esta obra, buenísimas las actuaciones de Norma Martínez como Urania -el personaje es grande en sí mismo, grande MVLL- y Alberto Ísola en su papel triple de papá de Urania y patero de Trujillo (viejo y joven), y de Trujillo mismo. La rabia de Urania, el rencor contenido por años, la angustia de Cabral, también muy contenida cuando se le ve ya de viejo, están muy bien interpretadas.
Bueno, y que tiene que ver el teatro con la crisis de la que hablaba? En que estas emociones interpretadas por otros le ahorran a uno el proceso doloroso de tener que sacar algunas cosas al aire. Claro, uno siente las emoción pero no en uno mismo, sino que la ve pintada en el lienzo que pone el actor en la escena. Tanto así que a veces me parece que los actores son como terapeutas de uno, que están cobrando por hacernos ese trance doloroso de sentir cosas no tan bonitas. Terminando la obra, hasta me dieron ganas de subirme al escenario y chaparme a Norma Martínez en clara señal de agradecimiento (y en señal de otras cosas...ejem).
Eso acompañado de una buena conversa y un no tan buen café -el Zeta no es mi preferido- , pero que cumple con acompañar la conversa, sirven para esquivar cualquier crisis inoportuna. Supongo que eso no hace sino reforzar la idea de que la felicidad casi siempre está hecha de momentos. Aunque no debería (esta idea la dejo para otro post, que se me acalambra el lóbulo frontal).

Hastío

Este fin de semana, y sobre todo hoy, he estado con un humor de mierda. Hace ya un buen tiempo que nada de lo que haga realmente me satisface. Satisfacer, divertir, llenar, llámese como quiera.

No me río con las mismas ganas que antes, ni con la misma frecuencia. No tengo realmente ganas para hacer las cosas, ni para salir los fines de semana. Ayer, por ejemplo, me dio exactamente lo mismo salir que quedarme tipeando unas cosas. Al final me quedé. Hoy que voy a ir al teatro en un rato, no me hace ninguna ilusión ver una obra que, aparte, esta recontra recomendada. Pero igual voy, prefiero eso a quedarme acá y seguir haciendo más de lo mismo.

Cine? no me provoca. Salir a conversar? bueno, con mis mejores amigos, y la mayoría esta emparejado/a, y la vocación de violinista ya se desgastó. Algunos otros buenos amigos viven fuera, por chamba o por maestrías, doctorados, etc, y algunos simplemente no pueden. Y en vez de leer, o hacer algo distinto a lo de siempre, termino siempre en el mismo hueveo de navegar y perder el tiempo en la web.

Será de repente el haber pasado de una situación de presión y estres continuo a uno de menor estrés: ahora solamente tengo el estrés de la chamba, que está controlado. Y tengo bastante tiempo libre, por las noches, claro, y los fines de semana. Quizás antes el no saber que hacer con el tiempo libre estaba encubierto por las mil cosas que tenía que hacer, quizás era un mecanismo de defensa para no enfrentarme al hastío de saber que no me siento bien conmigo mismo.

Tampoco es no saber que hacer con mi tiempo libre: tengo mil cosas que, en teoría, me gustan, pero que a la hora de la hora, simplemente las deshecho por otras mucho más fútiles. Tampoco es que no me sienta bien conmigo mismo: me gusto como soy, me gusta la situación en la que estoy, a donde he llegado, me siento orgulloso de mi.

Hará falta algo de introspección, y algo de ejercicio también para botar al tánatos por la borda.a

viernes, 18 de enero de 2008

Momento

Tarde en la noche, como a la 1am. Escuchando Madrid, en la buenísima versión de Pereza con Christina Rosenvinge.
Bajando por donde los garitos, dejándome caer
Mientras tanto, estudio un aburridísimo e interesantísimo (a la vez,claro) capítulo para el examen que tengo mañana, y me falta bastante por estudiar.
Tocando en tu telefonillo, me dices que te queda para un rato
Que bien se siente la noche.
Bebiendo y charlando, riendo y bailando, bailando y bailando va pasando el tiempo
Me enamora la Sra. Rosenvinge cuando canta lánguidamente "mi piel necesita tu piel"
No hay nada como las noches de verano, no hay nada como las ganas que te tengo
y mientras tomo un vaso de Coca Cola, bien helada. No hay nada como las noches de verano,
.....No hay nada como las noches de verano
realmente. El aire que corre, el calor, poder estar con las ventanas abiertas, poder salir al balcón a fumar un cigarrito a las 3am,
.....No hay nada como las noches de verano
escuchar buena música y estar con slaps, short, polo
No hay nada como las ganas que te tengo
y nada más.

sábado, 5 de enero de 2008

Post-navideño huevero

Y acá comentar como me fue a mi en la Navidad. El 24 estuvimos, para variar, donde la abuela, con primos, tíos, con la familia. Como la mayoría, supongo. Y el 25, con la otra parte de la familia, almorzando, timbeando y jugando Wii. Ese día se juntaron los dos Wii de la familia para hacer una batalla encarnizada de un juego que no tengo idea de como se llamará, pero es lo máximo.

En cuanto a regalos, bueno, tuve el intercambio de regalos de la chamba (me regalaron un USB, que la verdad no sé que hacer con el, porque ya tengo uno), y yo pregunté antes de ver que iba a regalar. Por ese lado, todos contentos. En mi familia también hicimos un intercambio de regalos, por sorteo una persona le regala a otra de la familia. Como la mayoría trabajamos (excepto mi sobrino), en vez de recibir un montón de regalos más o menos, se recibe un buen regalo. Bueno, yo le regalé a mi cuñada un collar, cortesía de la feria del Trigal (cortesía es un decir, claro está), y a mi me regaló un primo, y me dio un libro bien bacán: los relatos esenciales de Herman Hesse. Habrá que darle curso pronto.

En mi familia nuclear, ahí si hay regalos entre todos. Y con mi mamá, para evitar regalos que no gusten, decidimos que yo elijo mi regalo y ella el suyo. Así que elegí un disco buenazo, el "Jazz" de Queen. Y siguiendo con los discos, me regalé a mi mismo otro par de discos: el 1 de Beatles, que tiene todos los No 1 en los charts de EEUU y Gran Bretaña, creo; y otro de Elis Regina y Tom Jobim, grabado hace como 30 años. Mi hermano, con el que comparto hartos gustos en términos de libros, sobre todo, me regaló un libro que compila varios relatos de escritores relatvamente jóvenes, editado por la muy interesante editorial "Revuelta" (publican cosas que normalmente no publican las editoriales grandes).

Bueno, ya basta de regalos, no? Solo una cosa: el otro día, conversando con un amigo, me di cuenta de que hay una relación inversa entre la cantidad de regalos que recibes y los años que tienes. Claro, cuando era chibolo, por ejemplo, recibía de mis papás varios regalos, de cada abuelo, igual, de tíos, tíos de cariño, en fin, de todo el mundo. Y todos felices. Después, ya por los 12 o 13, te empiezan a regalar cosas que no te interesan, y los regalos van en bajada. Uno que otro tío, mis papás y mi abuela (es que, aunque suene feo, los abuelos también se van quedando en el camino), y por ahí uno o dos primos yuppies que le regalan algo a los primos menores. Luego, ni la abuela...ya para qué.

Pero felizmente hay otra relación inversa: la que hay entre la edad y el interés que tiene uno por recibir los regalos. De chiquito, Navidad=regalos. No hay más. Después te vas olvidando, hasta el punto de que, a cierta edad, ya no interesa si te regalan algo o no. Claro, el gesto es bonito, pero más interesa el gesto que el regalo en sí.

Lo único malo es que hay una etapa de desfase: todavía tienes la ansiedad por que te regalen cosas, por ver que hay, por ver si alguien te regala plata o no; mientras que, dramáticamente, la producción regalífera va en franca e irrefrenable caída. Ahi si, caballero nomás, apechuguemos con lo que tocó.

Bueno...ya llegaré con el post año nuevero.

Post-navideño reflexivo

Si, bien post, ya se. Pero estos días, como siempre, están llenos de reunas, compras, preparativos, nuevas reunas. Así que haré, no se si una crónica, pero un recuento de lo que fue esta Navidad.

Para empezar, ahora más que nunca la gente creo que se pasó con las luces en sus casas. Digo yo, no es preferible no hacer gastos inútiles en comprar todos esos focos, gastar en luz, gastar la dignidad, gastar el buen gusto...para poner todas esas porquerías? Está bien, hay casos en los que se ve bien, pero la verdad es que en la mayoría de casos, la exageración y el mal gusto es lo que predomina.

Bueno, dejando de lado el tema de las luces, quería comentar otra cosa. Hace unos días leí un artículo de Giacosa, en el que decía que era bien incoherente ayudar durante los días de Navidad y olvidarse de los problemas, de la gente y del mundo fuera de la burbuja de uno el resto del año. O sea, la idea que planteaba es que, esa gente que se va haciendo chocolatadas por los pueblos jóvenes, las hace para lavarse la conciencia, quedar bien consigo mismo y con la familia, qué se yo; y así sentirse bien por el resto del año. Hasta la Navidad que viene.

Ok, creo que tiene razón en muchas cosas. Pero es preferible que esta gente no haga nada, ni siquiera durante Navidad, para que la conciencia les escueza durante el año, para que les moleste y en alguna manera puedan pensar en el resto? Yo creo que hagan o dejen de hacer cosas en Navidad, creo que si alguien no tiene escrúpulos para hacer algo, va a seguir sin tenerlos, a pesar de que se sienta menos mal porque ya "ayudó" en Navidad. Es decir, el efecto que pueda tener la ayuda, para que uno se sienta "bien" consigo mismo, no creo que pase de unos días, no? Y sopbre todo, hacer esto ayuda a ver diferentes realidades, sensibilizarse con el otro, conocer a otras personas (otras en todo el sentido de la palabra), ver nuevas realidades, nuevas calles, nuevas caras.

Aún en el caso de la gente que ayuda, y que está acostumbrada a hacerlo durante el año, veo cierta falta de conexión con la gente (obviamente que en algunos casos). Me refiero a que esta ayuda -hablando de gente comprometida, que tiene algún proyecto durante el año, no solo en Navidad- a veces no llega a sensibilizar del todo como uno creería. A veces esta ayuda se vuelve rutinaria, se pierde la empatía inicial con el otro. Por ejemplo, pongo un caso que vi hace poco tiempo: un grupo de amigos se fue a repartir regalos a un pueblo joven en Villa María del Triunfo, y pese a que tienen tiempo metidos en proyectos sociales, algunos ni siquiera pudieron sacarse los lentes oscuros -de marca, of course-, !cuando no había sol! para hablar con la gente de igual a igual. Es decir, como puedes decirle a alguien que lo estas ayudando cuando no le muestras alguna señal de respeto. Lo digo porque, para mí, una señal de respeto es mirar a la gente a los ojos cuando le hablas. Si no fuera así, mejor pongan a una máquina expendedora de regalos gratis durante una hora y ya está, es lo mismo. Si es así, entonces apaga y vámonos.

Claro que hay gente que está hecha de otra madera -y tengo el gusto de conocer muchos de esos casos- que deja el tiempo libre, deja de lado el que dirán, y se entrega absolutamente en ayudar al resto. Esa gente es, definitivamente, de otra madera.

No se si se podrá entender lo que quise decir, pero la verdad que me da flojera releer y corregir...je.